jueves, 24 de abril de 2014

"Muchos años después, frente a un cine de Ciudad de México, el coronel García Márquez había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". No me vendría mal una bolsa de cubitos de hielo para el ojo, pensó, instantes después de que Vargas Llosa se soltara una hostia como un pan. Así es, Varguitas, el muy pendejo, se lo estaba montando con una sueca de dos metros y su mujer, Patricia, no cabía por la puerta de la cornucopia que llevaba encima. Y así se lo hicieron saber el bueno de Gabo y Merceditas, que no pudieron morderse la lengua. Él extendió los brazos y el peruano le propinó un gancho de derechas digno del propio Kid Brown. Y tras comer en casa de uno y tomar el café en la del otro, alguien puso cianuro en la merendola. Así fue cómo Historia de un Deicidio despareció del panorama editorial retirando incluso los ejemplares de la recién publicada segunda edición. Feliz día del libro.