martes, 26 de noviembre de 2013

Sobre la dudosa procedencia de los libros



            Muchos son nuestros clientes los que constantemente nos preguntan que de dónde sacamos los libros. Y esta pregunta, en apariencia sencilla, no es tan fácil de responder.
            Unas veces nos los traen. Otras, vamos a por ellos. Pero en la mayoría de los casos, los libros ya estaban aquí. Para formar una colección como la de frikibooks se necesita un buen almacén, algo de criterio, pero sobre todo, años y años de reposo sobre una estantería.
            Los libros, como el vino, agradecen el envejecimiento compartiendo similares características. No es lo mismo descansar sobre una estantería metálica que sobre una de madera, del mismo modo que entre las de madera, no es lo mismo una balda de roble que una de aglomerado. Los libros cogen forma, el papel absorbe el aroma del ambiente, y todo rastro de su anterior propietario, en vez de diluirse, en un acto de simbiosis, le da al libro otras lecturas; un subrayado, una dedicatoria, una flor seca o un marcapáginas de una librería ya desaparecida pueden hacerles incrementar su valor.
            Sobre cómo van a parar a la estantería hay diversos modos. Normalmente, durante el día a día, el librero sobrevive a base de best-seller. En una compra de treinta o cuarenta libros que trae una señora en su carrito, por poner un ejemplo, puede haber entre un setenta y un ochenta por ciento de libros que son relativamente fáciles de vender a precios competitivos y que no van más allá del escaparate o el mostrador: Autores como Agatha Christie, Sven Hassel o Rafael Pérez y Pérez. Títulos que se venden solos como Cien años de soledad, El señor de las moscas o Don Quijote… Pero es el otro veinte o treinta por ciento el que, tras pasar una criba de calidad, tiene opciones para entrar a formar parte de ese macerado especial en estantería de roble.
Son fundamentales las condiciones ambientales del almacén
            Descartados entonces esos volúmenes que no tienen valor o no interesan a nadie, como manuales de medicina obsoletos, semblanzas biográficas de auténticos desconocidos o los libros de la editorial Reno, quedará aproximadamente un cinco por ciento, es decir, dos o tres libros que son auténticas joyas y que a veces son difíciles de clasificar. En algún caso se puede tratar de un objeto de colección, tal como un álbum de cromos. Otras veces, lo que antes se veía como algo cotidiano, hoy puede ser algo por completo políticamente incorrecto. Por lo general, se trata de ese libro del que habías oído hablar alguna vez, pero que nadie lo ha visto en circulación, o por el contrario, de un título que por su relevancia, te sorprende que apenas haya referencias de él. En definitiva, libros que no te explicas cómo han ido a parar ahí.
            La labor de tasación de estos ejemplares es tan relativa y depende de tantos factores que a veces conviene dejarlos sin precio. Y es entonces cuando se les busca un hueco por el almacén, en alguna estantería oscura, fría y seca, tumbado o de pie, pero siempre lo suficientemente lejos del trasiego de las manos de algún cliente, que siempre con permiso y bajo vigilancia, pueda tener acceso a la parte trasera de la librería.
            En este proceso de envejecimiento son fundamentales las condiciones ambientales del almacén. Sus parámetros constantes de temperatura, luz y humedad. La estanqueidad respecto a humos, olores, vibraciones… Al igual que los buenos vinos, los libros requieren de tranquilidad.
            A partir de la primera década de reposo, el libro va adquiriendo una mínima pátina de polvo, y ya a partir del segundo o tercer decenio, es posible sacudir un ejemplar contra otro y observar una nube que se forma de polvo limpio y fino, que se deja respirar, cargado de un aroma único e indescriptible: el olor del libro viejo.
            Pasado todo ese tiempo, un día, al ir a depositar uno de estos ejemplares en la parte trasera del almacén, al mover unos montones, es cuando detrás de una fila de libros aparece una de estas rarezas que decides poner a la venta. Sobre el origen y cómo llegó esa pieza a ese rincón oscuro del almacén, por supuesto, es algo que ignoras. Y por eso, más tarde, al ser preguntado sobre la procedencia del ejemplar, les aseguro que es cierto cuando digo que lo desconozco.

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